Marco Palo 03/12/2009. Laura, la gran dama española

Para quien no conozca a Laura, os comento que es el alma mater de la casa, aunque tenga la modestia de no reconocerlo. Es una mujer que suele pasar desapercibida porque físicamente no luce los preceptos clásicos de la belleza perfecta. No os confundáis, tiene una visión de la vida en general y del sexo en particular que debería ser referente para la mayoría de las personas.
En lo personal puedo afirmar que es una bellísima persona. La mesa está servida a la espera de los comensales. Yo, más que hambre, tenía ganas de alimentarme. Ya sabía dónde tenía que ir.
Aspecto físico: Mujerón, grandes dimensiones. Alta y trasero en consonancia. Melena morena, ojos de color oscuro, carita redonda, piel blanca. Pechos no muy grandes, duros y delicados. Su coñito es un manantial sonrosado y juguetón.
Carácter: Conversadora, sencilla, excelente trato, simpática, sensual y toda una dama.

Fumadora: No.
Besos: Sí, sin tapujo alguno.
Francés natural: Sí. Suave, mojado sin caer en la abundancia, sentido y profundo.
Griego: Sí y lo disfruta.
La experiencia: Llego a la casa y la saludo con un pico y un abrazo. Debo decir que nos conocemos desde hace meses, que soy un habitual, vaya. Después tenemos una larga conversación en la que nos ponemos al día tras la cual comenzamos a lanzarnos miradas inquisitorias que desvelan el deseo mutuo. Estamos perdiendo el tiempo, parecen decir. Las hacemos caso.
Despacio, muy despacio, vamos descubriendo los cuerpos. La deseo, pero la quiero hirviendo. Le quito la camisa. Muerdo con suavidad y parsimonia sus pechos, todavía cubiertos por la sutil licra de la camiseta. Mi saliva deja marcas de la excitación sobre la prenda. Las puntas de sus dedos rozan mi sexo hinchado y lo acarician como una procesión de hormigas que caminan sosegadas por la arena. Más deseo, más ardor. Por fin me desnuda y comienza a saborear mi falo. Su melena se enreda con él, su boca lo acapara, lo engulle, lo besa con placer sensual. Disfruto del momento hasta que llega mi turno. Tanto deleite debe tener una merecida recompensa, que ofrezco también con mi boca. La coloco boca arriba con un cojín doblado bajo sus caderas. Sus piernas se arquean y se abren ofreciendo una visión deliciosa. Lamo sus columnas, adornadas por los panties que se abrazan a sus muslos y que no quitaré en ningún momento. Le retiro las braguitas de adolescente que lleva apuestas y me lanzo a su piscina de aguas tibias y saladas. No sé cuánto tiempo disfruté de ello, pero fue mucho, al menos el necesario para que ella alcanzase un primer orgasmo tan silencioso como evidente. Sus mejillas están sonrojadas y luce una sonrisa ausente.

Cuando la nube tomó consistencia sólida de nuevo, buscamos un preservativo. En misionero, comenzamos a sentir cuan profunda era la fuente de nuestro calor. Pasamos por varias posturas. Sentada sobre mí mientras estoy tumbado boca arriba, con la cara desencajada de gozo, llega a su segundo clímax. El tiempo pasa y no debo entretenerme más. Le pido que se coloque en cuatro y que se abra para mí. Su mano separa una de sus nalgas y me clavo en ella tranquilo, como todo hasta ese momento. El ritmo aumenta. Me adelanto para besarla mientras la penetro con más fuerza y cadencia. La excitación es máxima y me susurra que su culito quiere algo. Echamos mano de un lubricante en sobre y lo preparamos juntos. Tan deseoso está que no cuesta ningún esfuerzo meter toda mi longitud en él. Más minutos de movimiento. Le pregunto que dónde quiere recibirlo y le sugiero varios sitios. Todos le gustan. Decido que será sobre su culito. Me muevo para mí hasta que estoy al borde, entonces me retiro y me masturbo hasta soltar un chorro blanco que cae sobre sus nalgas. Los relámpagos recorren la nube de extremo a extremo. Laura agarra mi verga y la frota contra su piel. Semi inconsciente, reparto con una mano mi caldo aún caliente. Besos y palabras de agradecimiento por el placer mutuo recibido.

No hay comentarios: