22/10/2012 nexus7

Llevaba mucho tiempo atento a Laura en este foro. Me complacía su gusto por la música y como expresa los sentimientos. Me atraía la coincidencia de nuestros criterios y la forma en que las canciones iban creando, en la distancia, un nexo de comunicación entre nosotros. Estaba deseando conocerla en persona y disfrutar junto ella, con todos mis sentidos, de la sensibilidad anunciada de una mujer con tanta delicadeza... tan íntima.

Así, intercambiamos algunos privados y fijamos un encuentro en mi apartamento. Por la mañana, con luz diurna para poder ver todo el esplendor de Laura.

Cuando ella llegó, y cerramos la puerta a nuestras espaldas, pude desvelar el misterio de su rostro. Me encantó su carita alegre, preciosa, llena de luz, mucho más dulce de lo que había imaginado. Mientras la miraba, nos acercamos, nos abrazamos y comenzamos a besarnos con una ternura deliciosa.

No pude aplacar el deseo de hacerle una caricia entre las piernas y ¡Ohhh...! No tenía braguitas. ¡Qué morbo! ¡Me matas Laura! Comencé a acariciar su sexo con mis dedos, a sentir su suavidad, su humedad incipiente y prometedora. Y, sin dejar de besarnos, empecé a notar como mi miembro crecía y ocupaba el espacio entre Laura y yo. Ella se percató y bajo una mano para acariciarme. Me dio mucho gusto y mucha confianza.

Luego fuimos al dormitorio y nos desnudamos entre besos, abrazos y caricias urgentes. Cuando tuve antes mis ojos su completa desnudez estuve mirándola extasiado durante mucho tiempo. Luego le pedí que se acostará sobre las sábanas azul cielo y se pusiera donde daba la luz. Así podía observarla y disfrutarla mejor. ¡Qué maravilla! Su rostro dulce enmarcado en sus largos cabellos, sus pechos, sus pezones, el embrujo de su sexo.

Sentí que mi miembro había crecido hasta un tamaño desconocido, que mi capullo estaba tirante, a punto de reventar. Sí, ella también lo notó, se acercó a mí, alargó las manos junto con la boquita, y empezó un juego de caricias, lametones y besitos en mi polla que me proporcionaron un placer enorme. No solo por lo bien que me lo estaba haciendo, sino por la imagen de aquella mujer espectacular totalmente dedicada a complacerme.

Empezó suavemente, embadurnándome bien la polla con saliva. Metiéndosela, sacándola, acompañándose con movimientos de sus manos, lamiéndome el frenillo, abarcándome con sus labios en la zona, detrás del glande, en que la piel es más sensible. A la vez me miraba con mucha complicidad, fijándose en mis reacciones y centrándose en lo que me más gustaba. Siguió así mucho tiempo, muy suave, muy dulce.

Luego me tocó el turno a mí. Le pedí que se recostara, me acerqué lleno de deseo a su chochito precioso y lo examine cuidadosamente. El clítoris era perfecto cubierto con su capuchón sonrosado y sensible. Unos labios amplios y carnosos que decían: ¡Cómeme! Tenía la entrada de su vagina, totalmente empapada y rezumando. Estaba deseando hundir mi pene en aquel coñito pero esperé un poco.

Comencé a pasar la punta de la lengua alrededor de su clítoris. Lo hice suavemente sin incidir directamente, luego recorrí los labios de su vulva, uno por uno, con mucha parsimonia, con lametones y mordisquitos blandos. Mientras tanto Laura gemía. Me detuve un poquito en su vagina, haciendo una fuerza suave para penetrarla con la lengua. Ahí estuve un tiempo y noté que ella gemía con más de intensidad. Subí entonces, despacito, y recorrí, de nuevo, su clítoris en todas las direcciones, cada vez más rápido, con un poco más de presión, usando la parte de la lengua más áspera... y así seguí hasta que ella, arqueó la espalda, dio un gemido definitivo y noté que su coñito se inundaba a la vez que cambiaba de sabor. Laura estaba corriéndose en mi boca... me estaba regalando su primer orgasmo.

Me separé un poco y miré aquel cuerpo de mujer hermosa delante de mí. Aquella visión de una Laura entregada hizo que mis ganas de penetrarla, así como estaba, se hiciesen irresistibles. Cogí un condón, me lo puse, y me ubiqué entre sus piernas. Me fije en que su chochito estaba completamente encharcado y brillaba con la luz.

Y llegó ese momento en que yo me acerco, contraigo un poco la cintura y, mientras ella apoya sus manos en mí, empiezo a meterle, muy despacito, la punta de mi pene. ¡Qué placer la primera vez que sentí la presión de su vagina alrededor de mi sexo!. ¡Qué gusto mirar a los ojos sonrientes de aquella mujer deliciosa... sabiendo que es la misma que me hace el amor! ¡Qué morbo detenerse un momento, dejando mi polla quieta en su entradita!

Así estuvimos, jugueteando con las ganas de hundirle toda mi polla entera... hasta que empezó a moverse, a elevar sus caderas y a recorrer con su coño, delicadamente, toda la longitud de mi polla. Empezamos con mucha parsimonia, mirándonos, sonriéndonos, acompasando nuestros movimiento. Y, en un momento, el ritmo comenzó a crecer, la pasión nos dominó y las embestidas ganaron en violencia. Laura se movía frenéticamente y yo más y más. Cuando sentí que mi orgasmo era inminente, me incline sobre su pecho, la abracé y comencé a besar su boca rebosante de deseo.

¡Y ya no pude más! Una corriente de semen caliente se escapó, varias veces, de mi cuerpo entre espasmos incontrolados, mientras yo me retorcía de gusto, gritaba de placer y vivía una sensación extraordinariamente deliciosa, nueva y desconocida. Al mismo tiempo, Laura estaba corriéndose también. Su cuerpo se contorneaba invadido por el placer, la cabeza ligeramente hacia atrás, la barbilla hacia arriba, sus manos en mi espalda, la boca un poco contraída y gimiendo entrecortadamente. Nos corríamos a la vez.

Al terminar dejé caer sobre ella mi cuerpo sudoroso. Ella también estaba empapada y los dos jadeábamos. Luego nos tumbamos uno al lado del otro, mirándonos, sonriéndonos, dándonos besitos dulces con los ojos cerrados, recuperando el pulso y la respiración.

Estuvimos así mucho tiempo. Yo no me cansaba de mirarla, de besarla, acariciarla y seguir disfrutando de su intimidad.


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